domingo, 9 de mayo de 2010

Audi A1. Mi diseño "Caipirinha"

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Lágrimas de barro

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Este es un texto que preparé como protesta ante el cierre de la Escuela de Cerámica del Ayuntamiento de Madrid. El amigo que me lo "encargó", me  pidió también cautela a la hora de publicarlo y difundirlo porque estaban negociando. Ha pasado ya mucho tiempo y se ha llegado a una solución, pero en el fondo el problema subsiste, ya que los políticos de Madrid no han cambiado su manera de ser y de actuar. Por eso he decidido publicarlo de todas formas. Ahí van mis "Lágrimas de barro".
"Como muchos de sus compañeros, sintió la llamada de la creatividad mucho antes de aprender a moldear el barro. Intuía desde muy joven que tarde o temprano la red que atrapaba sus sueños se rompería por algún lugar y les dejaría escapar a la realidad. No sabía muy bien por qué, pero el barro le había parecido el mejor canal para expresarse. Quizás porque se moldea con las manos, que son los grifos que vierten en la húmeda mezcla ese conjunto de sensaciones indescriptibles que llamamos inspiración. Quizás por el contrario, es el barro el que lleva al ceramista al estado de inspiración, a través del vago recuerdo, casi  perdido en la memoria colectiva, de que nuestro ancestro común emergió del océano por una orilla resbaladiza, arcillosa. Sea como fuere, el contacto de sus manos con la arcilla fresca, aún sin forma, le sintonizaba con lo más profundo de su ser y arrancaba las notas necesarias para ir componiendo la sinfonía de formas y texturas de su obra. Por aquel entonces, moldeaba, sí, pero de oído y muchas veces el resultado de horas de trabajo se veía recompensado por formas difusas, muy alejadas de lo que bullía en su mente.
Ahora han pasado más de dos años desde que comenzó a aprender realmente el arte de moldear el barro. Ha descubierto la Escuela de Cerámica del Ayuntamiento de Madrid y se han abierto las puertas del cielo: van a ayudarle a moldear sus sueños.
Comenzaron por mostrarle las características del material, casi como se va conociendo a un amigo. Y es que no es lo mismo las illitas que las arcillas expansivas, cada cual tiene su propia personalidad, mineral eso sí. Al cabo de algunos meses, cuando ya tenía algunos conocimientos, comenzó a sacarle el máximo partido a su talento. Aspectos como la humedad, la técnica del moldeo o la cocción, le abrieron las puertas a un terreno de juego casi inabarcable. Se dio cuenta que cuanto más aprendía, más sed tenía de nuevos conocimientos, lo que suele pasar cuando uno se apasiona por algo. Aceptó que necesitaría toda una vida para llegar a conocer el arte de la cerámica pero sabía que estaba en el lugar más apropiado para lograrlo.
Cayeron las hojas del calendario blandamente, como caen los copos en la primera nevada y llegó a la mitad del camino que debía recorrer para ser oficialmente ceramista. La Escuela de Cerámica se había convertido en un segundo hogar, allí donde podía dar rienda suelta a sus musas. La despedida de compañeros y profesores quedaba muy lejana en el futuro, pero ya dolía un poco.
Lo que no sospechó jamás, es que aquel lejano futuro estaba más cerca de lo previsto. Alguien, en las más oscuras esferas del poder, allá donde la burocracia amontona una capa de polvo de desidia sobre otras de abandono, había decidido que la Escuela de Cerámica suponía un gasto excesivo. Aquel ser ajeno a la realidad no pensó siquiera un instante en qué sucedería con las musas. Sólo le preocupaban las cifras, los ingresos y los gastos. Alguien por encima de él, en una esfera aún más oscura del poder, casi negra, le había encargado librarse de las pérdidas y presentar unas cuentas saneadas, a base de cerrojo a lo que no ofreciese beneficios. En una época de crisis, había que mantener contenta y desinformada a la población, mediante el marketing social que ya postuló Goebbels.
¿Y qué hago yo ahora?, se preguntaba mientras una lágrima de barro recorría su mejilla. En primer, lugar alzar mi voz.
Dicho y hecho."

 
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