viernes, 13 de mayo de 2011

La Supertapia 2011 ó la IIIª Carrera de la Vuelta a la Casa de Campo‏

El 8 de mayo el sol salió por donde suele y estuvo jugando al escondite detrás de alguna nube despistada durante toda la mañana. Esto benefició a los que corrimos la III Carrera Popular Vuelta a la Casa de Campo.

Yo, que en esto de correr con dorsal tengo poca experiencia, me beneficié de que Sito no podía correrla o no quería o yo que sé, que este tío es muy raro y me agencié su número. En los días previos a la carrera estuve mandando mensajes a la lista de correo para ver si algún Kamp se animaba, pero nada, oiga, como si un terrible vendaval secuestrase mis palabras. Al final me enteré, casi de casualidad y muy a la española, es decir, en un bar, de que Lauirane (una ex-Kamp) y Álvaro, (un chaval del barrio), iban a correrla, así que quedé con ellos.

La noche anterior no dormí en absoluto así que a punto estuve de echarme para atrás. Pero entonces recordé que Prodi corre muchas veces de empalmada por su trabajo (pasa el mocho en el Hollywood) y no le va tan mal en los entrenos, así que pensé en probar yo también. Y he descubierto que lo del mocho no me mola.

Como ya he dicho, el sol salió por el Este, para no perder la costumbre y nos vino de perlas para calentar durante quince minutos antes de la salida. Para entonces ya sabía que no iba a ser el único Kamp de la carrera, porque me había encontrado con Edu “chatarras” por allí y había recibido una llamada de Nanín confirmándome que tanto él como Xperman la iban a correr. Como siempre pasa de un tiempo a esta parte no coincidimos ni en el calentamiento ni en la salida, así que ya no esperé verlos hasta el final, sabiendo cuán afilado llevan estos el cuchillo.

Para el que nunca haya asistido a esta carrera, le diría que sigue el recorrido de la Tapia con un extra: La cuesta de los delfines del Zoo. En total 16.500 m de bonito recorrido por el pulmón de Madrid, en el que pisas poco asfalto, mucha pista, algo de sendero y una cantidad de barro directamente proporcional a la lluvia caída la noche antes.

La salida de la carrera fue como todas las populares: Como la migración del Serengueti. Yo, por ser ñu que no gusta de tener tratos con leones, iba en mitad de la manada, arropado por toneladas de carne ajena que se interponían entre la mía y las fauces de tan abominables felinos. Salí acompañado del colega del barrio a un trote vivo pero que nos permitía ir charlando sobre esto, lo otro y los cuartos traseros de la de más allá. El caso es que las gacelas escaseaban por allí, hecho que seguro está en relación con su migración hacia la Carrera de la Mujer, en el Retiro.

Pasados los primeros kilómetros, cuando la ruta llega a las vías del tren, sin notarlo íbamos acelerando hasta bajar de los 4´40´´el km. Esto convenía tenerlo en cuenta de cara a las cuestas que aparecen en el recorrido así que intentamos no emocionarnos demasiado. No somos ñúes de velocidad ni de grandes distancias ni de abultadas carteras.

A lo largo del primer tramo de pinar, antes de volver a las vías del tren, se sucedían los tramos embarrados que, a causa de lo compacto de la manada, se te aparecían de imprevisto y era complicado evitarlos. Después se regresaba a la pista dura y tras cruzar las vías, el recorrido se hacía menos traicionero, aunque en breve llegarían las cuestas.

La primera, es un anticipo de lo que está por llegar. De inclinación progresiva y más larga que un fin de semana sin dinero, la cuestecita se cobra las primeras bajas. Los ñúes heridos, enfermos o que les aprietan las mallas, van quedando rezagados y sin aliento. Lo que no saben es que esa es sólo la primera de una tanda entre las que yo destacaría el Mortirolo, que te pone las piernas más duras que el granito de Colmenar y la del Zoo, traicionera donde las haya.

El caso es que desde el bosque, donde pude saludar al incombustible Víctor, yo ya iba solo porque mi compi pagó caro el Mórtimer. Seguí manteniendo un ritmo vivo pero cómodo, para no llegar al Zoo cascado. Poco después me saludó y me pasó a buen ritmo un Kamp de los nuevos (perdona pero a causa de la falta de riego cerebral no memoricé bien tu nombre, ¿Roberto?) y también Manolo “el tuercas”. -¡Cóño!- pensé. No iba a venir nadie a la carrera y ahora resulta que viene todo Cristo.

Seguí aguantando el tirón y cuando llegué a la explanada donde la manada de Kamps comineza su ruta dominical, apreté el culo y subí el ritmo. El Barroco Puente de la Culebra nos anunciaba la proximidad del Zoo y lejos de amedrentarme, seguí en busca de la que iba a ser la última rampa dura del recorrido. Unos cien metros antes había un abuelo que no se cansaba de repetir -Vamos, vamos, que ya es todo cuesta abajo. -Cuesta abajo te tiraría yo, cabronazo- pensé mientras enfilaba la subida.

En plena rampa, cogí la rueda de un ñu veterano de buenas piernas que me vino muy bien para no bajar el ritmo hasta coronar. Uno va aprendiendo a base de cometer errores, así que no solté su estela aunque subió bastante fuerte. Por entonces mis piernas iban bien, la patata iba bien, pero la falta de sueño y de oxígeno hizo mella en mi moral y por un momento bajé el ritmo. Oía a lo lejos la voz chillona de los macacos en su recinto, que parecían burlarse de los que por allí resoplábamos. No se ha caracterizado nunca esa especie por su saber estar sino por cascársela sin ton ni son, así que salí de esa situación de estupor y apreté de nuevo el culo para pasar rápido por delante del recinto de los leones. Por allí olía a gato encerrado.

Dejando atrás el olor a tigre, me volví a concentrar en la carrera. Quedaban menos de 3 km, todo de bajada o llano, así que volvía a subir el ritmo y decidí llegar así a meta, aunque fuese con el hígado corriendo por delante de mi. Las piernas me respondieron y adelanté a otros cuantos corredores. Uno de ellos cogió mi rueda y le tuve resoplándome en la nuca durante un buen trecho. ¡Pobrete!. Pagó cara su osadía llegando al Paseo de los Plátanos que para mi supuso más una cuestión de fe que de fuerzas, pero llegué a meta satisfecho y esprintando.

Espero que en la próxima podamos vernos todos antes de la carrera para calentar en compañía y después para tomar una caña y contarnos la vida durante cinco minutos al menos.

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